1 de abril de 2011

Reflexionemos.

Ya, empecemos... después de dos semanas de arduo trabajo, de muchas actividades y poco descanso, vimos como la cosecha rindió sus frutos -aunque específicamente lo que a mí concernía no logró tanto-. Es bonito, bien bonito a decir verdad, darse cuenta que el trabajo en equipo da tan buenos resultados si todos los que vamos arriba de la canoa remamos hacia el mismo lado. Miro para adelante, y creo que me gustaría tal nivel de unidad en donde sea que me encuentre, cada vez que luche por sacar a la luz un proyecto noble. Quiero que el día que tenga mi propia escuela experimental inclusiva, artística y popular, mis compañeros de labor sean un engranaje bien armado. Porque de verdad quiero que esa sea mi huella en este mundo; un cambio profundo en la forma de educar, que inicie en la utopía y que sea un ejemplo digno de imitar y mejorar... y me pongo monotemática, para variar. No puedo evitarlo, ese sueño hace que mi vida tome un curso, y todo eso sobre los que me conocen ya están aburridos de escuchar.
Pero no fue lo único que aprendí esta semana. Las tutorías de taller y ciertos cambios emocionales me llevan a un nivel altísimo de autocrítica, y llega el punto en que cuestiono desde lo que pienso hasta lo que no. Me dan esas semi-pataletas de divergencia entre lo que debo cambiar de mí y el no querer cambiarlo porque si lo cambio dejo de ser yo misma. Quizás sea porque las pifias de Pali son demasiado notorias y eliminarlas significa eliminar parte de la escencia de Pali. ¿Tendrá sentido hablar en tercera persona? Da igual, el punto es que soy lo que soy, con lo bueno y lo malo; a veces más de lo último. Hay actitudes, ideas vagas y cosas pequeñas que puedo mejorar, pero lo desequilibrada no puedo cambiarlo porque no quiero; ídem lo obsesiva. Ser semi-dispersa es primordial, y si algún día dejo de pensar tanto más de lo que puedo expresar con palabras (que usualmente en esas ocasiones bordean lo torpe), simplemente me voy a negro, porque no puedo vivir una realidad que no me pertenece. En conclusión, la imperfección es lo mío, así me siento cómoda, en la hiperactividad e idealización de la realidad que determinan mi mundo.




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