28 de noviembre de 2010

Carta a papá.

Chicho:

Tener que despedirnos de ti hoy, en este momento, es un balde de agua fría que nos cala hasta los huesos. Y sin embargo, lo esperábamos.
El proceso que iniciamos hace 1 año y 3 meses atrás, ha sido tremendamente doloroso. Porque es difícil llevar una cruz como la del cáncer. Y no podríamos haberte dejado cargar con ella solo.

Papá, me enseñaste que aunque se empeñen en decir que en momentos como este sobran las palabras, es justamente lo único que hay. Palabras para describirte, para expresar cuanto te amamos, para gritarle al mundo cuanto vamos a extrañarte.
Tus cortos 53 años estuvieron marcados de hechos imborrables para quienes estamos hoy aquí. Fuiste un padre ejemplar, un gran esposo, hijo, hermano, primo, tío, sobrino, padrino. También un magnífico abogado: El más carismático, justo, honesto, responsable, profesional, fiel a sus principios , servicial y humilde de todos. Y el más guapo, por cierto. Tu enorme vocación de servicio y tu carácter -que me enorgullece haber heredado- te llevaron a dar largas y complejas luchas por Coronel y su gente. Es por ello, que sé que parte de nuestra comuna está, en cierto modo, de luto, pues el "defensor de los pobres", como te conocieron muchos, ya no está acá en la Tierra.
No te imaginas, Chicho, lo mucho que me cuesta estar en este momento acá, frente a todos, y hablarte como nunca antes. Pero en mi cabeza no deja de rondar todo aquello que me dejaste, todo eso que aprendí de ti. Me convertiste en una mujer fuerte, capaz de estar siempre ahí, de pie, y de levantarme cuando me caiga. Por eso estoy aquí, ahora, en la capilla que te vio nacer como persona al servicio de otros, porque sé que es lo que hubieras querido.

El miércoles antes de dejar este mundo, esperaste por Gabriel y por mí, para despedirte. Ese gesto, ese último gesto para con tu familia, voy a llevarlo por siempre junto a mi corazón. Te prometí que íbamos a estar bien, que saldríamos adelante, y que haría que siguieras por siempre y desde arriba, con el pecho hinchado de orgullo por la familia que construiste. No me respondiste, mas tu mirada me dijo lo mucho que nos amas.
Todo lo que soy, lo que somos con mi familia Sandoval Leiva, te lo debemos a ti. Gracias por lo que nos entregaste en vida: Por esas salidas improvisadas a recorrer campos, playas, cerros y praderas, por cantar enérgicamente tangos en nuestros viajes en auto, por armar casi un cine en nuestra casa, por apoyarme en cada proyecto loco que se me ocurría. Gracias por enseñarnos a disfrutar de las simplezas de la vida, por nunca permitir que nos faltase nada, por unir a la familia, por ser un gran líder, por tus infinitos "TE AMO" al despertar y al irnos a dormir, y por todos aquellos consejos que nos ayudaron a crecer y ser un poco mejores.

Ya finalizando, quiero pedir que el legado de mi papá no muera. PROMAS fue el proyecto que marcó el desarrollo profesional de mi Chicho. Era su vida dedicarse a mejorar la de los demás. Por ello, le pido al equipo que mantenga ese barco a flote... por ustedes, por los beneficiarios, y por el nombre de Alejandro Sandoval Rivera.


Descansa, papito. Puedo no ver tu cuerpo ni tus sonrisas, ni sentir tus abrazos, pero como te empeñaste en repetirme, la gente no muere hasta que se le olvida, y ninguno de nosotros te dejará morir. Vives -hoy más que nunca-, en nuestra mente y en nuestros corazones.

Te Amamos.



(Es esto lo que leí el día Viernes 19 de Noviembre, en la misa fúnebre de mi papá. Por él, y para él. )