24 de marzo de 2012

Ausencias

Pasar por crisis existenciales es re normal. También es re normal andar más sensible, amurrarse con facilidad, o enojarse por diez segundos. O sea, cuando eres una Pali, todo eso es normal porque es parte de lo que eres. Lo poco convencional es que sea permanente.

Y de ahí que deriva todo; de ese malestar continuo, agobiante, derivado de tantas cosas que se suman y generan un caos monumental en mi cabeza. Varían los tintes, pero permanece la sensación.

Es que en el fondo, siento varios vacíos, varias dudas, varias decepciones. Siento que remo sola contra un mundo cada día más feo, más injusto, menos amable. Siento que no estoy preparada para realizar el gran cambio que me gustaría hacer, y de ahí deriva un miedo al futuro lejano, y un pavor horrendo al futuro inmediato. No quiero ir a pasantía porque me da terror enfrentarme con la realidad de una escuela donde la integración -en la que nunca he confiado- funciona peor que en mis pesadillas. No quiero seguir viendo como mi mamá tiene que aguantar millones de injusticias en la pega; no quiero ver a esa gente ni quiero ver como destruyen lo más bonito que dejó mi papá para la gente. Tampoco quiero seguir rodeada de personas que son como gomeros en el jardín del universo, porque no quiero terminar siendo como ellos. No quiero que cadenas de mierda del mundo exterior me amarren las manos, ni quiero despertar todas las mañanas con ganas de dormir y esperar que el mal sueño termine pronto. No quiero sonreír forzadamente nunca más.

No quiero volver a sentir que me estoy ahogando entre los mismos de siempre. No quiero que estén -pero no estén-, porque la presencia física no llena los vacíos tremendos que me quedaron y que no voy a recuperar nunca. No quiero caer en la rutina de hacer siempre las mismas cosas y con las mismas personas. No quiero repetir cincuenta veces discursos idénticos, porque eso me lleva a reventar con las personas que me importan. No quiero que el vaso siga llenándose de cosas no resueltas, porque ese peso extra es el que explota en la cara de todos los que aportan un poquito -aunque en mínima medida- a rebasarlo.

¿Qué quiero? Quiero que mi mar vuelva a estar en calma. Quiero más Augustas como MI Augusta; quiero más papás como MI papá. Quiero volver a sentir que soy libre y puedo volar. Quiero volver a sentir la contención que hace como un año y medio no he vuelto a tener. Quiero que en verdad me abracen fuerte y me hagan sentir todo lo anterior, porque eso es lo que necesito.

No puedo intentar luchar con el exterior si no logro vencer a los gigantes de mi cabeza. No puedo ayudar al rumbo de nadie si no soy capaz de levantarme entera otra vez para tomar mi rumbo propio. No puedo, de verdad no puedo, alzar las manos si me pesan tanto.





Ah, también quiero que el ojo izquierdo me deje de arder.

1 de marzo de 2012

Trámites

28 de Febrero de 2012. Suena el teléfono de mi casa; corro a contestarlo. Una señorita -Cecilia- me dice amablemente que tengo plazo hasta el 1 de Marzo para "regularizar mi situación financiera con la Universidad". Ná que ver -pienso-, si son ellos los que tienen ese desorden.

Eso que llamé "ese desorden" se explica así: Cuando entré a la U, no recibí ninguna maldita beca. Sin embargo, caí como una mariposa drogada en las redes del crédito. Total, supuse, cuando me titule lo pago; re barsa hacer pagar a mis viejos tanta plata de arancel. Igual el crédito me cubre una cagá... como 40 lucas de 139 y fracción que es el total. Entonces, mi papá firmó como mi aval.
Cuando se murió, me enteré que había un seguro de la U que se iba a encargar de cubrir todo el porcentaje de arancel que se pagaba en efectivo. Recuerdo que mi vieja dijo "al menos vas a poder terminar de estudiar. Esta es la primera vez que tenemos suerte en algo relacionado con plata".
Hice todos los trámites, que no fueron pocos, y a mediados de Diciembre ya tenía todo lo del seguro listo; declaración notarial incluida. Parece que hasta la cuenta de teléfono me pidieron.
Empezando el 2011, me seguían llegando las cobranzas, aunque ya había pagado la matrícula de ese año. Vez que iba al edificio Virginio Gomez, me decían "no, si está todo bien, tiene que ser un problema de actualización del sistema nomás".

1 de Marzo de 2012. Tras casi un año de "problemas de actualización del sistema", hoy era el último plazo para arreglar esa ensalada de platas y supuestas deudas. Llegué temprano, como a las nueve y media, al mesón central del Virginio.

- Yo: (después de esperar como 10 minutos) Hola, necesito saber donde puedo preguntar respecto a...
- Secretaria: Platas en la Dafe, Créditos en la Dafe.
- Yo: No, es que cada vez que voy para allá me responden lo mismo y no me sirv...
- Secretaria: En segundo piso las situaciones especiales.

En el segundo piso, me dijeron el ya memorizado "está todo bien, tienes que pagar la matrícula y esperar que se actualice el sistema". Más encima la señora me miró feo porque le pregunté si podía hablar con alguien más para recibir una segunda opinión... que en realidad ya vendría siendo como la trigésima. Y me dijo: "quizás en la dafe te respondan".

Bajé para ir, de mala gana, a la División de Asuntos Financieros. La respuesta fue variada. La señorita número uno me dijo lo mismo que las señoritas número dos y tres: "no sabría como responderle eso". La señorita número cuatro me volvió a hablar de la actualización de sistema. (¡Maldito sistema!). El señor número cinco me explicó por qué demoraba tanto en actualizar el sistema. La señorita número siete me dijo que no tenía idea, pero que quizás las asistentes sociales que estaban atendiendo en la Casa del Deporte podrían ayudarme. Así que me brillaron los ojos dos segundos y en seguida corrí para allá. Sí, corrí. Es el efecto de la desesperación, supongo.

Las asistentes sociales ¡POR FIN! escucharon el problema completo, y menos mal, porque hice fila como una hora. Revisaron y ¡paf! ¡sorpresa! Alguien no digitalizó la formalización de uso del seguro. Como lo imaginé, todo esto nunca fue culpa mía. Mejor aún, el seguro cubre el pago de matrícula (que iba a pagar; suerte que las caas estaban tan llenas que preferí salir de este otro entuerto primero). Y me enteré que todo tenía solución. Un agrado saberlo después de un mes completo estresándome cada vez que entraba al info y veía los antecedentes financieros con una deuda de casi ochocientas lucas, con la presión de los mensajes en el webmail que decían amablemente que si no saldaba la deuda previa no podría matricularme. Me pidieron un certificado de defunción -que tuve que volver a buscar a Coronel- y cuando re aparecí en la Universidad me dijeron que esperara un pronto llamado en que esperaban avisarme que ya habían borrado la falsa deuda. Me pidieron disculpas y todo eso. Buena onda.

Ahora, independiente de que ya no debo nada (salvo el excedente del crédito que espero no morir pagando) me sigo preguntando por qué cresta tenemos que pagar. Me pregunto qué pasará con la gente que es menos hinchapelotas que yo, con la gente que se deja pasar a llevar y a la que terminan asaltando sin descaro algunos ejecutivos de esta banca llamada UdeC. Me pregunto porqué nos hacen responsables de errores que no cometemos, y porque debemos esperar tener un poquito de suerte para que entre los muchos profesionales que nos atienden nos toque justo el que tenga más ética laboral. Me da pena pensar que se tuvo que morir mi papá para que recién -y sólo porque fui tremendamente insistente- me permitan estudiar 'gratis'. Me pregunto donde quedó la justicia, donde quedó la equidad, donde quedó la honestidad, en qué lugar se perdió la solidaridad. Pero por sobre todo, necesito explicarme donde se fueron las buenas intenciones.