27 de marzo de 2010

Un nuevo 28.-

Y otra vez llegamos al 28. Es el cuarto día veintiocho desde que te conocí por una linda jugada del destino, pero el tercero que pasamos lejos...
Porque así como en ese momento el destino impidió que termináramos el año con los Hermanos Udec sin conocernos, ahora al parecer no quiere que nos reencontremos. Y después de lo mucho que sentí apreciar al señor Destino, nuevamente he vuelto a pensar que le caigo mal. O pésimo. Sí, yo creo que le desagrado en exceso.
¿A quién más que a nosotros se le pudo haber cruzado por la mente la sola idea de esperar casi tres meses por alguien que no has terminado de conocer? ¿A quién más que a nosotros le puede pasar que un terremoto (y no cualquiera, sino que ¡el quinto más fuerte de la historia mundial!) le cambie tan abruptamente los planes del reencuentro? Y más aún, ¡cuando el lugar del reencuentro es nada menos que una de las zonas afectadas!
Si lo vemos de esa forma, volvemos a llegar al punto en que pareciera que nuestra historia es un relato de ficción, de esas historias novelescas que adaptan para el cine o, al menos, para una serie de televisión.
Lo cierto es que a veces pareciera que la vida no nos quiere juntos. Lástima por ella, porque no le voy a dejar la pega tan fácil. Cierto es también que llevaba apenas un día de cuenta regresiva (sí, para volver a verte) cuando el movimiento de las placas transformó parte de Chile. También es verdad que, a estas alturas, me deprime extrañarte un poco más con cada hora del día que pasa.
Y extraño de una forma indescriptible tus abrazos, tus sonrisas, tus besitos, y hasta el simple hecho de mirarte...

Pero heey, lo que no te mata, te fortalece. Y la distancia es sólo física, porque yo te siento más cerca mío que nadie.
Esperarte es la prueba de fuego más grande y apresurada que he tenido en mi vida; pero quiero pensar que cuando más cuesta algo, es cuando más se valora y cuida. Y siendo honesta, después de todo este tiempo que hemos estado a un montón de kilómetros de lejanía y de comprobar que sorprendentemente no he perdido el interés por ti en lo más mínimo, ya no quiero volver a hablar de la "escalera sin peldaños". Porque quizás no sea que falten peldaños, sino que simplemente son soportes diferentes a los de una relación convencional. Pero son nuestros peldaños, únicos como todo lo que hemos tenido que pasar desde que nos conocimos.

Cristian Díaz Castro, te quiero, te quiero, te re-quiero! Y tampoco me canso de decírtelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario