28 de abril de 2012

Valentía, parte dos.-

Y tal vez la lección se trate de saber dirigir mis energías a las batallas que realmente valgan la pena luchar. Hoy, hay un nuevo vacío, uno del que tampoco puedo sentirme culpable. Me queda esperar que todo decante, me queda esperar que las heridas se cierren, me queda luchar por mí, para no perderme en pozos sin fondo. Me queda la tranquilidad de haberlo intentado, de haber sido valiente para actuar como mi corazón dictaba. Me queda levantarme, alzar la mirada y sentir, realmente sentir, que algo mejor está esperándome a la vuelta de la esquina.


Dejo que se apague 
todo lo que me hace mal
¡no miro atrás!
y si algo queda,
lo revivo
y lo vuelvo a enterrar...




(Canción de mierda, para de sonar en la tele a cada rato, erís lo peor!)

25 de abril de 2012

Valentía

En conclusión, hoy pienso que hay situaciones que requieren valentía: Levantarse después de caer, perdonar, solucionar, confiar. Sin embargo, nada es más valiente que soñar. 
Para mi soñar es vivir en la incertidumbre, confiando en que todo va a estar bien. Soñar es poder volar sin miedo a caer. Soñar es desear la felicidad; y para que el deseo se haga real, se requiere que seamos valientes: que tomemos la oportunidad y volemos portándola.

Hoy alguien dijo: "si de verdad quieres algo -o a alguien-, debes dejarlo ir... es hora de ser valiente". Pero me pregunto ¿es valiente esperar la derrota? ¿de verdad es más valiente quien se asume perdedor que quien apuesta a la victoria? 

También me hablaron de lo correcto y de lo incorrecto hoy. De lo que es sano y de lo que no. Yo creo que eso es pura metafísica, porque puede que lo correcto sea dañino, y con eso se volvería incorrecto. Asimismo, lo sano puede ser incorrecto; entonces se convierte en lo opuesto. 
Lo correcto se relaciona con el ser consecuente; y el ser consecuente se contradice con la vida misma.

Sumando y sacando cuentas, al final todo lleva a la clásica disputa cerebro v/s corazón, o dicho de otra forma, razón versus emoción. 
Todo el mundo sigue la misma lógica: 
*razón = hacer lo correcto = velar por lo sano, 
y  por ende: 
*emoción = hacer lo incorrecto (o equivocarse; aunque para mí es más bien tomar el riesgo) = hacerse daño o sufrir.

Yo creo que el cerebro es demasiado cuadrado, es mucha estructura y poca improvisación. Atinado, pero infeliz porque no aprende nunca de la experiencia (pues carece de ella). Me siento todo lo contrario, o al menos aspiro a ello.



"Tu corazón es fuerte, ten el valor de hacerle caso", es lo que piensa mi mamá. Estoy segura que es, por lejos, lo más racional, sano y correcto que puedo hacer por mi misma. (¿Aunque sepa que voy a la derrota? Sí, aunque eso lo tenga más que claro, porque no quiero dejar de apostarle a la victoria; eso sería traicionarme sola.)


Hora de decir todo lo que tengo para decir.-

19 de abril de 2012

Recuerdo

Cuánta falta me haces, papá. Te siento en todos lados, te veo en todos mis reflejos, te necesito todos los días. Pienso en ti, en lo que soñaste para este mundo, y me hiere no ser capaz aun de seguir tus pasos. Me duele que no estés para decirme como seguir, ni para darme palabras de aliento.

Cuánto te extraño, Augusta. No hay consejos como los tuyos, no hay risa que se iguale a tu risa. No hay en la vida una amiga como tu. Ciertamente, el saber que no te voy a volver a ver, es la herida más dolorosa de todas; porque la vida se te fue cuando empezabas a vivirla. Porque, como a mi, te tocó pasarlo mal. Porque pese a todo saliste a flote, quisiste ser feliz y hacer feliz a otros.

Cómo extraño ser lo que era cuando los que me faltan aun estaban a mi lado. Cuánta falta me hace respirar sin sentir ese frío en el pecho que me aprieta la garganta.

24 de marzo de 2012

Ausencias

Pasar por crisis existenciales es re normal. También es re normal andar más sensible, amurrarse con facilidad, o enojarse por diez segundos. O sea, cuando eres una Pali, todo eso es normal porque es parte de lo que eres. Lo poco convencional es que sea permanente.

Y de ahí que deriva todo; de ese malestar continuo, agobiante, derivado de tantas cosas que se suman y generan un caos monumental en mi cabeza. Varían los tintes, pero permanece la sensación.

Es que en el fondo, siento varios vacíos, varias dudas, varias decepciones. Siento que remo sola contra un mundo cada día más feo, más injusto, menos amable. Siento que no estoy preparada para realizar el gran cambio que me gustaría hacer, y de ahí deriva un miedo al futuro lejano, y un pavor horrendo al futuro inmediato. No quiero ir a pasantía porque me da terror enfrentarme con la realidad de una escuela donde la integración -en la que nunca he confiado- funciona peor que en mis pesadillas. No quiero seguir viendo como mi mamá tiene que aguantar millones de injusticias en la pega; no quiero ver a esa gente ni quiero ver como destruyen lo más bonito que dejó mi papá para la gente. Tampoco quiero seguir rodeada de personas que son como gomeros en el jardín del universo, porque no quiero terminar siendo como ellos. No quiero que cadenas de mierda del mundo exterior me amarren las manos, ni quiero despertar todas las mañanas con ganas de dormir y esperar que el mal sueño termine pronto. No quiero sonreír forzadamente nunca más.

No quiero volver a sentir que me estoy ahogando entre los mismos de siempre. No quiero que estén -pero no estén-, porque la presencia física no llena los vacíos tremendos que me quedaron y que no voy a recuperar nunca. No quiero caer en la rutina de hacer siempre las mismas cosas y con las mismas personas. No quiero repetir cincuenta veces discursos idénticos, porque eso me lleva a reventar con las personas que me importan. No quiero que el vaso siga llenándose de cosas no resueltas, porque ese peso extra es el que explota en la cara de todos los que aportan un poquito -aunque en mínima medida- a rebasarlo.

¿Qué quiero? Quiero que mi mar vuelva a estar en calma. Quiero más Augustas como MI Augusta; quiero más papás como MI papá. Quiero volver a sentir que soy libre y puedo volar. Quiero volver a sentir la contención que hace como un año y medio no he vuelto a tener. Quiero que en verdad me abracen fuerte y me hagan sentir todo lo anterior, porque eso es lo que necesito.

No puedo intentar luchar con el exterior si no logro vencer a los gigantes de mi cabeza. No puedo ayudar al rumbo de nadie si no soy capaz de levantarme entera otra vez para tomar mi rumbo propio. No puedo, de verdad no puedo, alzar las manos si me pesan tanto.





Ah, también quiero que el ojo izquierdo me deje de arder.

1 de marzo de 2012

Trámites

28 de Febrero de 2012. Suena el teléfono de mi casa; corro a contestarlo. Una señorita -Cecilia- me dice amablemente que tengo plazo hasta el 1 de Marzo para "regularizar mi situación financiera con la Universidad". Ná que ver -pienso-, si son ellos los que tienen ese desorden.

Eso que llamé "ese desorden" se explica así: Cuando entré a la U, no recibí ninguna maldita beca. Sin embargo, caí como una mariposa drogada en las redes del crédito. Total, supuse, cuando me titule lo pago; re barsa hacer pagar a mis viejos tanta plata de arancel. Igual el crédito me cubre una cagá... como 40 lucas de 139 y fracción que es el total. Entonces, mi papá firmó como mi aval.
Cuando se murió, me enteré que había un seguro de la U que se iba a encargar de cubrir todo el porcentaje de arancel que se pagaba en efectivo. Recuerdo que mi vieja dijo "al menos vas a poder terminar de estudiar. Esta es la primera vez que tenemos suerte en algo relacionado con plata".
Hice todos los trámites, que no fueron pocos, y a mediados de Diciembre ya tenía todo lo del seguro listo; declaración notarial incluida. Parece que hasta la cuenta de teléfono me pidieron.
Empezando el 2011, me seguían llegando las cobranzas, aunque ya había pagado la matrícula de ese año. Vez que iba al edificio Virginio Gomez, me decían "no, si está todo bien, tiene que ser un problema de actualización del sistema nomás".

1 de Marzo de 2012. Tras casi un año de "problemas de actualización del sistema", hoy era el último plazo para arreglar esa ensalada de platas y supuestas deudas. Llegué temprano, como a las nueve y media, al mesón central del Virginio.

- Yo: (después de esperar como 10 minutos) Hola, necesito saber donde puedo preguntar respecto a...
- Secretaria: Platas en la Dafe, Créditos en la Dafe.
- Yo: No, es que cada vez que voy para allá me responden lo mismo y no me sirv...
- Secretaria: En segundo piso las situaciones especiales.

En el segundo piso, me dijeron el ya memorizado "está todo bien, tienes que pagar la matrícula y esperar que se actualice el sistema". Más encima la señora me miró feo porque le pregunté si podía hablar con alguien más para recibir una segunda opinión... que en realidad ya vendría siendo como la trigésima. Y me dijo: "quizás en la dafe te respondan".

Bajé para ir, de mala gana, a la División de Asuntos Financieros. La respuesta fue variada. La señorita número uno me dijo lo mismo que las señoritas número dos y tres: "no sabría como responderle eso". La señorita número cuatro me volvió a hablar de la actualización de sistema. (¡Maldito sistema!). El señor número cinco me explicó por qué demoraba tanto en actualizar el sistema. La señorita número siete me dijo que no tenía idea, pero que quizás las asistentes sociales que estaban atendiendo en la Casa del Deporte podrían ayudarme. Así que me brillaron los ojos dos segundos y en seguida corrí para allá. Sí, corrí. Es el efecto de la desesperación, supongo.

Las asistentes sociales ¡POR FIN! escucharon el problema completo, y menos mal, porque hice fila como una hora. Revisaron y ¡paf! ¡sorpresa! Alguien no digitalizó la formalización de uso del seguro. Como lo imaginé, todo esto nunca fue culpa mía. Mejor aún, el seguro cubre el pago de matrícula (que iba a pagar; suerte que las caas estaban tan llenas que preferí salir de este otro entuerto primero). Y me enteré que todo tenía solución. Un agrado saberlo después de un mes completo estresándome cada vez que entraba al info y veía los antecedentes financieros con una deuda de casi ochocientas lucas, con la presión de los mensajes en el webmail que decían amablemente que si no saldaba la deuda previa no podría matricularme. Me pidieron un certificado de defunción -que tuve que volver a buscar a Coronel- y cuando re aparecí en la Universidad me dijeron que esperara un pronto llamado en que esperaban avisarme que ya habían borrado la falsa deuda. Me pidieron disculpas y todo eso. Buena onda.

Ahora, independiente de que ya no debo nada (salvo el excedente del crédito que espero no morir pagando) me sigo preguntando por qué cresta tenemos que pagar. Me pregunto qué pasará con la gente que es menos hinchapelotas que yo, con la gente que se deja pasar a llevar y a la que terminan asaltando sin descaro algunos ejecutivos de esta banca llamada UdeC. Me pregunto porqué nos hacen responsables de errores que no cometemos, y porque debemos esperar tener un poquito de suerte para que entre los muchos profesionales que nos atienden nos toque justo el que tenga más ética laboral. Me da pena pensar que se tuvo que morir mi papá para que recién -y sólo porque fui tremendamente insistente- me permitan estudiar 'gratis'. Me pregunto donde quedó la justicia, donde quedó la equidad, donde quedó la honestidad, en qué lugar se perdió la solidaridad. Pero por sobre todo, necesito explicarme donde se fueron las buenas intenciones.

5 de febrero de 2012

Autoconsejos -que también son consejos para el mundo-

En el mundo hay un millar de gente. De entre la masa, rescatas a una persona. A esa persona la acoges, le das cariño, le cuentas tu vida. Basta reciprocidad y ¡paf! amistad. Te vuelves parte de la otra persona, de su vida. Construyen una juntos, sin dejar de tener cada uno un mundo propio. Y ¡paf! linda amistad, una que se entiende como la relación ideal. Hasta que una de las partes que bailan este tango confunde las cosas, porque en ese momento ¡paf! se va todo a la cresta.

Daño para acá, daño para allá. Dolor por aquí y por acá. Heridas quedan. Y ¡paf! no se van nunca. Porque te quiero de una forma que no eres capaz de quererme tu, porque se sufre con la pérdida de eso tan bonito, porque te hacen llorar. Pero ¡paf!, es lindo vivir con la ilusión de que todo volverá a ser como antes, imaginar que se puede mantener el vínculo tal cual como antes de sincerarse. Es más fácil esperar que eso pase. Siempre lo es.

Hasta que ¡paf! la realidad te enseña otra cosa. Y de repente, descubres que en realidad es egoísta querer que el amigo que te ama siga siendo sólo tu amigo; tan egoísta como preferir ser amigos antes que no ser nada. Porque desde el momento que lo pensai, todo se va a la chucha. ¡Paf! de nuevo, tenís una amistad dañina. Una amistad que amas tener, pero que no es sincera. Un amigo al que adoras con la vida, pero a quien ni siquiera podís contarle que te gusta alguien "x" porque sabes que con eso le haces mierda el corazón. Mucho menos vai a contarle de tu pololo, o lo bien o mal que eventualmente podís estar con esa otra persona, porque tenís mientras al amigo sufriente llorando en su interior.

El amor es de esas pocas cosas en la vida que no se van nunca; porque hay para todos los tipos una forma especial invariable-como el amor por tus papás, por ejemplo; o el amor de pareja, o el amor de amigos, etc.-, y esas formas, salvo que sean mutuas y vayan evolucionando de parte de ambos, no cambian para determinadas personas. Me explico: Hay amores que son más "profundos" que otros, en tanto envuelven a otro tipo de amor. El amor de pareja está un peldaño más arriba que el amor de amigos, porque tu pareja debe ser además tu amigo. Cuando subes un peldaño, no puedes bajarlo. Por eso es tan penca el amor no correspondido.

Mi modo de entender el amor dice que eso de que "el amor duele" es mentira, salvo que esa persona a la que amas se muera, o si sabes que esa persona sufre por causas que no son tú. Si el amor te hace sufrir, entonces no es amor. En este tipo de amistades, una de las partes sufre directamente, y la otra de forma indirecta. Y todo el dolor que se provoca, no se sana ni se supera.

En conclusión, me siento la peor persona del mundo día por medio, porque estoy siendo egoísta intentando retener a un amigo que sé que sufre. Me siento la peor porque en el fondo de mi corazón, creo que no ha superado el enredo de amores que se provocó conmigo. Me siento la peor también porque he vetado a mi amigo el contarle una parte fundamental de mi vida, de mis alegrías y de mis amurramientos.
Se supone que a los amigos, si en verdad los amas -como amigos- no los haces sufrir; mucho menos desconfías de ellos, y claramente no los dejas fuera de tu vida.

También siento tener al peor amigo del mundo por confundir sus sentimientos. Siento que es el peor por mentirme y por mentirse a si mismo; siento que es el más egoísta porque no quiere alejarse sabiendo que sufrimos ambos. Siento que es el peor, por no ser realmente parte de mi vida.

Me recuerda una canción, que dice "de lo crudo a lo cocido hay una larga diferencia y cocinar término medio no es ninguna ciencia". O somos amigos -que de verdad se aman como amigos- o simplemente no lo somos.


Y entonces, pienso ¿qué chucha hice? ¿cuándo se acaba el autoengaño? ¿cuándo tendré el coraje de tomar una decisión? Y ¡paf! crisis. Tengo un mes, y sólo uno, para pensarlo y definirme. Heridas de una amistad así repercuten en mi todo. Ya fue suficiente; quiero ser y estar plena de una buena vez.



(Sí, este es un tremendo palo para mí y para quien es la otra parte de esta triste historia de final dilatado... pero sé que hay -cerca, y al mismo tiempo lejos- otros alguien que deberían ponerse a pensar esto mismo.)

30 de enero de 2012

Saberes (nombre alternativo: the best)

- Saber que si te propusieras ser un robot, lo serías.
- Saber que podís ser la mejor, pero no encontrarle la gracia a serlo entre pura gente que ni siquiera aspira esa meta.
- Saber que es re fácil engañar a la gente con palabras bonitas -y no siempre bien usadas-, pero negarse rotundamente a caer en ese juego.
- Saber que el mundo está tan lleno de gente que no se propone metas, y decepcionarte de la humanidad por eso.
- Saber que si te pones las pilas - pero en serio-, superas tus propios límites.
- Saber que te tienen menos confianza de la que te merecís.
- Saber que de quienes esperai más votos de confianza es de quienes menos los recibes, y viceversa.
- Saber que los silencios NO otorgan, y que los vacíos no se llenan solos.
- Saber que necesitas apoyo con más frecuencia de lo que crees, pero si no la pides, no recibes nada.
- Saber que todo lo que puedes considerar como "trancas" en tu vida, fue el resultado de palabras que te hicieron daño.
- Saber que te hace tanta falta la gente que ya no está, pero no atreverse a flaquear para no decepcionarlos, donde sea que se hayan ido.
- Saber que los castillos que adornan tu mente dejarán ser de arena y se convertirán en realidad si haces bien las cosas, pero sufrir cada vez que otros te bajan de esa nube que aspira a ser real -porque claro, es como si a los castillitos les llegara una bomba-.
- Saber que muchos pueden decir "te entiendo", pero en realidad pocos pueden sentirlo de verdad.
- Saber que sabes hartas cosas; saber también que te falta mucho por saber. Saber que te gusta aumentar lo que sabes, porque son saberes que sabrás usar algún día.
- Saber que nunca sabrás todo, pero al menos lo intentarás.
- Saber que no te rindes, que ni a balazos te pueden abatir. Porque sabes que sabrás salir siempre airosa.
- Saber que el mundo es cada día menos bonito; saber que las personas son las culpables. Saber que no pierdes la esperanza de un futuro con personas diferentes, que vuelvan a hacerlo el lugar perfectamente imperfecto que esperas.

Saber que... si eso ocurre, es probable que no alcances a verlo.



(Saber... que si te propusieras amar y ser feliz, lo harías también.)